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Ser liberal ¿pecado o virtud?

Casi estoy segura que ahora más de una mujer está feliz de que la consideren “liberal”. Y claro, si tenemos en cuenta que a la mujer le ha costado alcanzar un lugar en el podio de la independencia del ser humano, puedo aceptar que hoy se sienta orgullosa de ese título. Cuando la esposa no pide el clásico “permiso” al marido para verse con sus amigas; cuando la abuela deja de inventar la eterna excusa para no cuidar al nieto latoso, o cuando la jovencita se anima a lucir un atrevido escote por primera vez, se están liberando. Y si les preguntamos a cada una de ellas, qué tipo de mujer se consideran, todas responderán con una sonrisa de oreja a oreja: somos mujeres liberales.

Pero, ¿qué es liberal? Según el diccionario, es un adjetivo -¡vaya sorpresa!- “Aficionado a dar. Favorable a la libertad”.
No sé a ustedes, pero a mí no me aclara mucho el panorama. Busquemos “Liberalidad”: Femenino – ¡Dale con nosotras!- Generosidad, desprendimiento.
Personalmente, considero que estos significados, o están pasados de moda y no representan lo que hoy por hoy la palabra “liberal” significa, o es que la edición de mi diccionario está un poquito vencida y hasta ya caducó.
Seamos honestas, para nosotras las mujeres el concepto de “liberal” encierra muchísimo más. Pienso, es más estoy segura, que se ha tergiversado tanto el termino que sólo se lo ha tomado por el lado sexual.
¿Desde cuando el ser una mujer “liberal” se volvió sinónimo de estar sexualmente dispuesta a todo ( y para todos).
¿Exagero? Para nada. ¿Dudan? Hagan la prueba. Fíjense cuando los chicos hablan entre ellos y comentan que la fulanita es una “chica liberal”. Vean como todos los ojitos de ellos se iluminan y se miran maliciosamente de reojo como diciendo: “Entonces se puede ir un poquito más allá con ella…”.
Todo esto ocurre porque en nuestra sociedad, lo “liberal” se mal entiende.
Y es que una mujer liberal es –según las estereotipadas características de nuestra sociedad- una “fiera” en el colchón, la que nunca da importancia al “qué dirá la gente”, la que jamás cogerá un utensilio de cocina, la que siempre usa la ropa más provocativa, la que nunca se enamora, la que no quiere hijos y desconoce su instinto maternal; finalmente, la que es mujer “sólo” en apariencia.
Después de esta “socio-descripción”, ¿sigues siendo la misma mujer liberal que empezó hace un momento a leer estas líneas?
Cuando la gente me dice: “Eres una mujer liberal” me pregunto: “¿Es un elogio o una ofensa?”.
Desde cuándo el ser una mujer liberal te hace acreedora de un cartel en tu pecho que dice: “Sexualmente dispuesta”, “Flirtea conmigo. No saldré herida”, “Materia disponible a cualquier experimento”.
Ustedes chicos, respóndanse con sinceridad, si alguna vez no han tenido alguno de estos pensamientos cuando se han encontrado con una chica así. Creo que hasta el más “santo” de ustedes.
La liberalidad de una persona, en este caso de una mujer, no le da a nadie el derecho de “pisar” el acelerador a fondo y pasar por encima de ella.
Alguna vez leí algo que es muy cierto: y que desde hace muchos años adopté como filosofía de vida: “Nunca juzgues sobre la intimidad de las personas teniendo en cuenta la libertad de sus gestos”.
Finalmente, yo sí me considero una mujer liberal -¡vaya escribo de sexo sin tabúes!- pero más que por eso es porque me siento capaz de hacer cosas que la gran mayoría de gente teme hacer. Soy liberal porque digo lo que pienso, actúo como siento, no reprimo mis emociones y siempre, siempre defiendo mis ideas con pasión.
Ser liberal no es malo. Lo malo está en el mal sentido que le ha dado esta sociedad.
Y es que cuando nos juzgan a nosotras las mujeres, no podemos esperar benevolencia.
A estas alturas de mi vida le puedo confesar que hasta la más “liberal” de las mujeres sueña con una boda fantástica, unos hijos preciosos, un esposo comprensivo y guapo, poder hacer una carrera brillante y cocinar unos macarrones. Todo esto al mismo tiempo.

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