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Agresiones sexuales. La violación


La violación es un tema en el que se entremezclan abrumadoramente, emociones, prejuicios y equívocos. Es casi un clisé decir que se trata de un acto sexual; en realidad va mucho más allá. Es, sobre todo, una expresión de violencia, rabia, agresividad...


Para una gran mayoría víctimas de violación, uno de los principales dilemas consiste en denunciar, o no, el hecho. Son muchas las mujeres que dudan o que optan por no hacerlo aduciendo, entre otras cosas, miedo de la venganza del violador, que puede ser puesto en libertad bajo fianza; una actitud fatalista como decirse: "lo más seguro es que la policía no lo detenga e incluso, si lo hace, que quede libre de inmediato"; temor a la publicidad y a situaciones violentas, miedo a verse maltratadas por la policía; presiones familiares para que el caso no tome estado público, etc.

Este conjunto de temores y prevenciones están más que fundados en la realidad. Por lo general, todo conspira para que la mujer tenga la sensación de que es ella la culpable, la acusada, ya sea porque se trata de demostrar que la víctima se avino a tener relaciones sexuales o que tardó en informar del hecho, puede cuestionarse la veracidad de sus dichos. Y cuando no, muchas veces se cuestiona la conducta sexual anterior al hecho sobre la base de que lo más probable es que haya dado su conformidad y que no exista tal delito

Y después...
El impacto psicológico de una violación suele ser profunda desde los primeros momentos y se prolongan, a veces, durante años. La víctima vive una sensación de tremendo estrés.


Esta experiencia traumática cambia la vida de las víctimas para siempre; incluso las consecuencias trascienden lo individual para invadir el espacio familiar así como el social, dejando huellas profundas del trauma vivido.

Al principio, la víctima se siente conmocionada, aturdida, temerosa y con una gran confusión emocional. También puede sentir culpa, vergüenza, rabia, indignidad. Otras se niegan la realidad o el impacto que este suceso les causó.


Pasado este momento, por lo general aparece la calma y la sensación de haber superado la experiencia dolorosa. Sin embargo, no han vencido sus miedos, dudas ni el sufrimiento que desencadenó la agresión sexual de la que fue objeto.

Más tarde, es muy común que sobrevengan pesadillas, sueños traumáticos en torno a lo acontecido, como así también el miedo a quedarse solas, las reticencias en torno a la actividad sexual, trastornos de la alimentación, cambios de humor, baja en la autoestima, humillación, depresión.

Estas secuelas son, las que en muchos casos, aparecen como primeros síntomas que ayudan a descubrir la existencia de agresiones.

Ese infierno tan temido...
Si bien en psicología no se puede generalizar, lo más aconsejable sería un asesoramiento o psicoterapia adecuados a las circunstancias, para poder afrontar los temores y la depresión que sobrevienen.

Es frecuente que el marido / pareja de la víctima atraviese él mismo por una crisis, por lo que resultaría conveniente que también tuviera algún asesoramiento terapéutico. A decir verdad, el proceso de recuperación, a largo plazo se reduce cuando el marido /pareja acude en busca de ayuda psicológica. Porque, tratándose de uniones comprometidas y estables, éste constituye un puntal muy valioso y contenedor para la mujer.

Por qué la ayuda terapéutica
Principalmente porque es necesario desahogarse, sacar todo para afuera, elaborarlo. Y si bien un amigo puede ser de mucha ayuda,(conocemos el dicho: (con las mejores intenciones...) es necesaria la escucha idónea, autorizada de un terapeuta.

Ocurre también que en los casi seguros insomnios que suelen acompañar a una violación, pasado cierto tiempo, las mujeres buscan entender lo que vivieron. A menudo, el recuerdo de actitudes y sentimientos ambiguos, las detienen. Recelan de sí mismas y hasta llegan a sentirse culpables; más tarde, miedo a ser rechazadas y temor a la soledad.

Con este sentimiento a cuestas, va creciendo dentro de ellas "una extraña", que las estremece. Será difícil seguir viviendo sin amigarse con esta intrusa y hacer las paces consigo mismas. Pero para que la paz sea duradera, es necesario hablar.

Fuente: Mujeractual.com

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